Friday, December 08, 2006

Julio Perez Silva


Hace un tiempo, en la localidad nortina de Alto Hospicio, una decena de jovencitas fueron sistemáticamente secuestradas violadas y asesinadas por un tranquilo vecino del que nadie sospechaba absolutamente nada.

Guido Utreras pasaba por la carretera cuando vio a una estudiante tapada en sangre haciendo dedo. Atónito retrocedió a buscarla. Ella le rogó que la llevara al hospital porque un caballero en un auto blanco había intentado violarla. Se trataba, nada menos, que del denominado psicópata de Alto Hospicio.

Unas cuántas horas después de este encuentro, aquella niña, conocida hasta ahora sólo como Bárbara N, de 13 años, acabó con la historia criminal de Julio Pérez Silva, el peor asesino en serie de la historia de Chile. Fue el 4 de octubre del año 2001.


Pero, ¿quién es este silencioso desconocido que violó y mató sin dejar huellas, sin despertar sospechas? ¿Qué lo llevó a repetir, al menos nueve veces, un ritual de muerte que durante casi tres años logró esconder en la paupérrima soledad de Alto Hospicio?
El hombre menos pensado

Sus inicios se remontan a Puchuncaví. Guillermina Cisternas, una ex vecina de Pérez Silva en esa localidad, estuvo muy pendiente de las noticias la noche de la captura del psicópata de Alto Hospicio. "Me di cuenta que era él, sin que nadie me lo dijera. Lo conocí por su cuerpo. No se veía su rostro porque lo traía tapado con un poncho. Sabíamos que estaba en Iquique, así que por eso sabíamos que era él".

El "Segua", como le decían en su infancia, pasó la mayor parte de sus 38 años entre las calles de Puchuncaví. María Pérez, directora, en ese entonces, del colegio donde estudió, dice que siempre lo vio como un alumno tranquilo, callado e introvertido. "Teníamos un grupo de la cruzada eucarística, cuyo lema es oración, sacrificio y apostolado, nada que ver con lo que pasó, y él participaba."

Julio Pérez Silva se casó a los 22 años con Mónica Cisternas, oriunda de La Calera, y tuvieron dos hijas. Luego, convivió 5 años con Marianela Vergara, quien ya tenía otras dos hijas. Con ella regresó a Puchuncaví y cosechó fama de buen esposo.

A mediados de los noventa emigró a Iquique buscando mejores oportunidades de trabajo. Comenzó cargando sacos de sal. En una fiesta conoció a Nancy Boero, 14 años mayor que él y con 6 hijos. A las dos semanas ya vivían juntos y luego se establecieron en Alto Hospicio, en un sector conocido como La Negra. Más tarde se cambiarían a Autoconstrucción, otro sector de la localidad.

Al poco tiempo, abandonó los sacos de sal y empezó a operar como taxista pirata ocasional. El tímido "Segua" de Puchuncaví era otro al volante.
Su lado oscuro

El 17 de septiembre de 1998, recogió en la costanera de Iquique a Graciela Montserrat Saravia, de 17 años. Según su confesión, le ofreció dinero a cambio de sexo. Todo iba bien hasta que ella habría intentado robarle.
Enfurecido, la golpeó hasta matarla y la abandonó en una playa.

Lavado y peinado, como lo haría siempre después de cada ataque, Julio Pérez siguió dedicándose a su casa y a sus vecinos como un hombre modelo.

El 24 de noviembre de 1999 le ofreció a Macarena Sánchez, de 13 años, acercarla en su auto hasta el liceo. Luego de amenazarla con un cuchillo y violarla, le amarró las manos arrojándola al interior del Pique Huantajaya.

Como siempre, aquel día, Pérez Silva estaba de regreso en su casa temprano, borrando huellas de su cuerpo, del auto y de su ropa. Nada extraño en un hombre casi obsesivo por el lavado.

En el verano de 2000 algo detonó en el interior de este hombre. En febrero atacó dos veces en menos de una semana. Primero fue a Sara Gómez. Tres días después, a Angélica Lay, una promotora de teléfonos celulares de 23 años.

Una y otra vez, Julio Pérez Silva repitió la misma rutina. Más de una vez cambió su peinado, agregó o eliminó su barba o se tiñó unas cuántas canas.

Viendo televisión junto a Nancy se topó a menudo con algún noticiario donde la desaparición de las niñas de Alto Hospicio ya comenzaba a estar en los titulares.

El jueves 23 de marzo del año 2000, un mes después del cuarto asesinato, la hija de Delia Henríquez no regresó a casa. Se llamaba Laura Zola y tenía 14 años. Fue la quinta víctima del psicópata de Alto Hospicio.

Luego, el 5 de abril, el temido auto blanco que ya había perseguido más de una vez a María Eugenia Rivera se llevó a su hija, Katherine Arce. Pérez Silva la violó y la enterró en un basural clandestino.
Sus últimos golpes

La mejor aliada de "el Segua" fue aquella versión que decía que las jóvenes desaparecidas se habían ido por dejar atrás la pobreza de Alto Hospicio. La policía manejaba sus propias teorías y circularon informes oficiales con las más graves acusaciones.

Pistas falsas, versiones equivocadas y hasta misteriosas llamadas de auxilio encaminaron la búsqueda en la dirección equivocada hacia Perú o Bolivia.

El 22 de mayo del 2000, Patricia Palma, de 17 años salió del colegio rumbo a su casa. Fue en ese momento cuando Julio Pérez la raptó para luego matarla.

Diez días más tarde volvió a atacar. Violó y asesinó a Macarena Montesinos en el sector de Pampa El Molle. Y luego, el 2 de julio, interceptó a Viviana Garay a quien también mató de un golpe en la cabeza.

Pero esta vez, la desaparición de Viviana generó la más intensa reacción que el psicópata había encontrado en toda su carrera criminal. El padre de la niña, Orlando Garay, movilizó a las demás familias afectadas. Sólo entonces el hecho se convirtió en noticia, por lo que los crímenes se detuvieron.

"El Segua" dejó de atacar durante más de nueve meses, pero el 17 de abril de 2001 ya no pudo contenerse. En el sector de la Autoconstrucción interceptó a una menor de 16 años identificada como Maritza. La amenazó con un cuchillo y la violó. Mientras él escapaba, Maritza regresó a su casa. La llevaron al hospital, donde le extrajeron muestras de semen del agresor, que nunca pudo ver en la oscuridad.

Meses más tarde, cuando lo detuvieron, ella reconoció su voz. Compararon las muestras de ADN y resultaron idénticas.

El 3 de octubre de 2001, Julio Pérez Silva cometió el último de sus ataques. Fue el día en que Bárbara N sobrevivió, el día en que Alto Hospicio supo que había un asesino entre ellos.

Fue detenido horas después y sin inmutarse, admitió asesinatos y violaciones. Confesó haber actuado solo y nunca alegó demencia.

Poco a poco, Pérez Silva aportó los datos necesarios para localizar los cadáveres de sus víctimas. El rastreo de estos no estuvo exento de sorpresas. El cuerpo de Angélica Lay fue un hallazgo inesperado pues su nombre no figuraba entre las mujeres oficialmente perdidas.

Hasta ahora (2002), han surgido nombres de otras cinco jóvenes y mujeres adultas desaparecidas en la zona de Alto Hospicio entre abril de 1999 y agosto del 2001. Sin embargo, "el Segua" asegura no saber nada de ellas.

¿Por qué lo hizo? Ésa es la pregunta que atormenta a todas las familias que perdieron a una hija en manos de aquel hombre que escondía en su mente a un monstruo. Es también una pregunta que se repiten jueces y abogados, tratando de armar el enigmático rompecabezas que Julio Pérez Silva se niega a componer en su totalidad. Su respuesta ante el juez ha sido siempre "No sé por qué lo hice"

Martina Zimmerman




Historia de la mujer que electrocutó a su amante en la bañera y se lo comió a pedazos hervidos, horneados y asados.

La ciudad de Moenchengladbach, Alemania occidental, se siente orgullosa de sus adornos florales. Hace un tiempo, Karl Mandel, uno de los jardineros de la ciudad, se ocupaba especialmente de sus flores favoritas, los rododendros. Karl se quejaba según iba recogiendo basura entre ellos. No importaba que fuera pleno invierno y el parque principal de la ciudad, el Buntergarden, estuviera tan seco como un desierto. Los ciudadanos debían ser más respetuosos.

Durante la estación invernal, Karl había encontrado muchos objetos extraños entre sus flores. Ninguno fue tan raro como el de una bolsa de plástico que retiró el 27 de febrero de 1984. Contenía un pie humano.

La policía se presentó en escena y se encontraron otras partes del cuerpo. Todas habían sido colocadas en bolsas de plástico para congelador. Todas habían sido congeladas.

Cuando se descubrieron, el hielo de algunas partes se había parcialmente disuelto. Se colocaron todas las partes en la mesa de autopsias, donde se confirmó que el cuerpo pertenecía a un varón. La cabeza había sido pelada y parecía haber sido asada. Las manos también habrían sido asadas, mientras que otras piezas de carne se habrían hervido.

La víctima tenía unos 40 años y había sido un hombre menudo, de un metro sesenta. Se encontraron varios dedos intactos y se chequearon inmediatamente para ver si encontraban sus huellas en archivo. Por suerte, la víctima había cometido un fraude financiero menor. Sus huellas coincidían. Se le identificó como Hans Josef Wirtz.

Los detectives llamaron a la última dirección conocida de Wirtz. Fueron recibidos por la Sra. Martina Zimmerman, una atractiva madre de 28 años que tenía dos niños, Brian de 11 y Joe de 9. Ella informó a los detectives que en la actualidad se encontraba separada de su marido, Wilhelm. Sí, Martina había conocido ligeramente a Hans Wirtz. Había alquilado una habitación en su departamento, pero se había ido hacía más de un año. La señora, que fue entrevistada en la puerta de su casa, les deseó suerte a los investigadores en su búsqueda.

Las leyes de Alemania occidental requieren que sus ciudadanos se registren en su lugar de residencia. Los detectives chequearon la oficina de registro para obtener la última dirección de Hans. Les informaron que su última dirección fue en el hogar de los Zimmerman.

Antes de volver a visitar a Martina, los detallistas detectives de Alemania occidental descubrieron que Hans había sido peluquero. Recorrieron todos los establecimientos de peluquerías de la ciudad y encontraron exitosamente su lugar de trabajo. Había estado allí hasta el 29 de abril. El propietario no lo consideraba desaparecido, tal vez porque a Hans se le debía un mes completo de trabajo. Sin embargo, el dueño lo había llamado a su residencia y le habían dicho que ya no vivía allí.

Todos los caminos conducían a Martina. Esta vez, los detectives insistieron en entrar al apartamento.

Evidentemente Martina trabajaba con sus animales domésticos. Dentro del congelador, la policía encontró serpientes, arañas tropicales y ratas parcialmente comidas. Se encontraron algunos hamsters en una jaula. Se iban a utilizar como alimento para otros animales.

Aparte de los excesos culinarios, se mantenía entretenida con una extensa biblioteca de brujería y magia negra, así como una gran variedad de películas de vídeos de sexo.

A pesar de sus pasatiempos extraños, sus dos hijos, Brian y Joe, estaban limpios y bien alimentados. Los niños se habían acostumbrado a las extrañas aficiones de su madre. Aparte de los elementos horrorosos esparcidos por el lugar, el apartamento estaba limpio y bien cuidado. Martina admitió rápidamente haber matado a Hans, pero negó rotundamente que hubiera sido un asesinato. Ella y Hans habían sido amantes. Ella lo había matado, pero únicamente porque él se lo pidió y sólo para entregarle a otro nivel de existencia. La razón por la que no hizo el viaje con él fue porque estaba esperando que sus dos hijos crecieran y se emanciparan.

Los detectives interrogaron al marido de Martina, Wilhelm Zimmerman, no esperando en ningún momento de que podría tener conocimiento del crimen. ¡Conocimiento! Por qué, Wilhelm había traído una sierra y cuchillo eléctricos a su mujer para asistirla en su trabajo tedioso de cortar. Se había ofrecido como voluntario para ayudar, pero ella insistió en hacer los cortes y trozos sola. Sí que aceptó su amable oferta para deshacerse de las 44 partes de lo que una vez fue Hans Wirtz. Una vez que Martina supo que su marido había hablado, ella dio información voluntaria de cómo y por qué se hizo tal sacrificio. Era un ritual privado entre ella y Hans. El tenía deficiencias sexuales que no podían rectificarse de una forma especial.

Hans no podía recibir satisfacción sexual de una forma normal, pero podía actuar si se cumplían ciertos prerrequisitos. Para él era necesario yacer desnudo en la bañera, mientras Martina, también desnuda, pero llevando puesta una bata abierta, sostenía su cabeza bajo el agua, al mismo tiempo que le ofrecía una manzana verde. A cada uno lo suyo.

Hans decidió que moriría de la forma más placentera posible, es decir, mientras estuviera en la bañera. Tan seguro como que Dios creó las manzanas verdes, el 29 de abril de 1983, llevó a cabo el ritual según se describió anteriormente. Un toque adicional fue el cable eléctrico que ató Martina gentilmente alrededor de su cuello. Ambos participantes tuvieron actuaciones admirables. Martina le dio a Hans la manzana, empujó su cabeza bajo el agua y tiró del cable. Sólo podemos asumir que el murió felizmente.

Entonces Martina pidió la ayuda de Wilhelm para comprar el equipo eléctrico y poder ella diseccionar a Hans y poner sus partes en el congelador para ser distribuidas más adelante. Algunas partes más exquisitas de la víctima habían sido comidas por Martina después de hervirlas. Había asado la cabeza de Hans en el horno, creyendo que encogería, como las cabezas de indios sudamericanos que había visto en los museos.

Cuando asó la cabeza ésta se quedó toda plana e irreconocible, por lo que la peló y la guardó en el congelador. En propias palabras de Martina, «Le metía en mi cama, le besaba y hablaba».

Los expertos investigaron buscando una explicación de por qué una mujer alta y atractiva era así. Se investigó detalladamente su infancia. Martina había sido criada por padres que abusaron de ella, aparte de sufrir una violación por su padrastro. Terminó en un hogar para niños abandonados. Tras salir de allí, fue violada por otro padrastro.

A pesar de su historia y su comportamiento anormal, fue declarada competente para ser juzgada. De hecho, se descubrió que tenía un coeficiente intelectual mayor al promedio.

El 9 de diciembre de 1985, Martina se presentó al juicio. Se declaró culpable con circunstancias atenuantes. Desde el estrado de los testigos, respondió el único secreto restante del caso. ¿Por qué Hans tenía que hacer un viaje a otro nivel de existencia? Según Martina, ella no permitiría que Hans viviera con ella en concubinato. Era un ejemplo muy malo para sus hijos. Ya que él no podía vivir sin ella, insistió en irse a ese otro nivel y esperarla.

Martina Zimmerman fue declarada culpable y sentenciada a ocho años en la cárcel. Entonces fue puesta en libertad condicional.

Charlotte Bryant


Fred Bryant de 26 años de edad, un soldado inglés estacionado en Irlanda en el año 1922, durante el periodo conocido "los apuros", la guerra de guerrillas. Parecía un buen partido para la joven Charlotte de 19 años. Después de todo, Fred era un oficial de la policía militar en el regimiento de Dorset y con una vida por delante. Charlotte era una muchacha agradable de cabello negro y una mirada realmente seductora que enamoraba a los soldados británicos quienes la apodaron "Darkie".

Fred hizo sus servicios durante la 1ª Guerra Mundial y cuando finalizó su deber, locamente enamorado de los encantos de Charlotte, volvió a su casa de Somerset (Inglaterra) con ella. Poco después se casaron. Fred consiguió un trabajo como granjero y se instaló en una granja de vacas en Over Compton, a unos 4 km. de Yeovil. Con el trabajo le dieron un pequeño chalet. Las cosas no funcionaron, Charlotte estaba totalmente desilusionada con ser la esposa de un granjero de bajo salario. Ella deseaba tener la acción que había sido tan prominente en Londonderry, con cientos de soldados, como en la película de "soldado y caballero".

Charlotte caía en brazos de los muchachos locales cuando se le presentaba la oportunidad. De vez en cuando, su vida terrenal sexual se interrumpía para dar a luz a un bebé. Durante su turbulento matrimonio, Charlotte y Fred tuvieron cinco hijos de los que era discutible la identidad de la paternidad.

Charlotte aceptaba dinero de los agradecidos muchachos quienes apreciaban sus muchos encantos. No vayamos a endulzar la realidad. Charlotte se convirtió en una prostituta a tiempo parcial. También se aficionó al diabólico ron con pasión. La irlandesa de pómulos rosados se deterioró. Para empeorar las cosas, Fred, como Rhett Butler antes que él, simplemente no le importaba un rábano. Así era como Fred lo veía, "No me importa lo que ella haga. Cuatro libras por semana son mejores que 30 garbanzos."

En diciembre de 1933, Charlotte conoció a un gitano llamado Leonard Parsons. Tenía una buena apariencia de tipo duro y otros atributos que eran menos obvios para los observadores normales. El encuentro casual cambiaría la vida de Charlotte. A Charlotte no le importaba nada que Leonard estuviera casado con una mujer llamada Priscilla Loveridge, ni que había cuatro pequeños en casa. Ella invitó a Leonard para la cena de Navidad.

Durante la cena, Leonard que era vendedor, se quejó de que estaba separándose de su mujer y necesitaba un lugar adecuado donde vivir, el tonto de Fred inmediatamente le invitó a trasladarse a su casa. La oferta fue aceptada agradecidamente.

Inicialmente, Fred y Len se llevaban fabulosamente, y ¿por qué no? Por casi nada, le dieron a Leonard casa y comida. Por nada, en absoluto, también le dio a Charlotte.

En 1934, Fred perdió su trabajo y el chalet, pero consiguió un empleo en la granja de Coombe, un pueblo a las afuera de Sherbourne. El amante de su esposa también se trasladó con la familia. Pero ya bastaba. El lugar estaba llenísimo. Después de varios meses Fred insistió en que Leonard tenía que marcharse, lo que precipitó una verdadera discusión y Leonard se marchó. Entonces Charlotte recogió sus cosas y se marchó con dos de los niños. Tres días más tarde, regresó a los brazos comprensivos de Fred.

La paz no duró mucho, Leonard le envió a Charlotte un telegrama pidiéndole una reunión. Charlotte le enseñó el telegrama a Fred y los dos decidieron encontrarse con Leonar en el pueblo de Babylon Hill. Una turbulenta pelea casi terminó en tragedia, pero este desarrollo violento se evitó cuando los tres elementos del triángulo amoroso estuvieron de acuerdo en regresar al chalet de Fred para vivir juntos.

Allí, Charlotte compartió su cama con Leonard mientras su marido se quedaba en el sofá. Para complicar más la situación, Charlotte se quedó embarazada.

A los 39 años Fred enfermó tras comerse el bocadillo que Charlotte le preparó. Con fuertes dolores estomacales y ayudado de un vecino que le indujo a vomitar, mejoró. El médico le diagnosticó gastroenteritis. Tres meses más tarde tuvo otro ataque similar y una vez más, Fred mejoró rápidamente y volvió a sus obligaciones en la granja.

En noviembre de 1935, Len Parsons abandonó el chalet de Bryan para siempre.

El 11 de diciembre, Fred cayó enfermo. Charlotte preguntó por su seguro, pero le informaron que su esposo estaba demasiado enfermo como para ser cubierto. Charlotte, ahora atrapada con un esposo enfermo y abandonada por su amante, encontró un nueva amiga, una viuda cuarentona, Lucy Malvina Ostler. Lucy se fue a vivir al chalet para acompañar a Charlotte y ayudarla. Justo antes de las navidades, Fred empeoró peligrosamente. Vomitó hasta que finalmente, a las 9:00 a.m., fue trasladado al Hospital Yeatman en Sherbourne. Fred falleció esa misma tarde.

Una autopsia indicó que su muerte fue debida a envenenamiento con arsénico, se encontraron 4,09 gramos en su cuerpo así como en sus uñas, el veneno se le había administrado durante un largo periodo de tiempo.